Bajo un sol abrasador que no dio tregua, las calles del Prat de Llobregat se llenaron este sábado de indignación, pancartas y cánticos en una manifestación que reunió a más de un millar de personas para rechazar la propuesta de ampliación del Aeropuerto Josep Tarradellas Barcelona-El Prat, anunciada el pasado martes por el presidente de la Generalitat, Salvador Illa. Convocada por la plataforma ecologista Ni Un Pam de Terra, la protesta se convirtió en un grito unánime contra un proyecto que, según los manifestantes, amenaza el frágil equilibrio ecológico del Delta del Llobregat, agrava la crisis climática y prioriza los intereses económicos de unos pocos sobre las necesidades de la mayoría.
Un anuncio que encendió la chispa
La chispa de esta movilización se encendió el 10 de junio, cuando Salvador Illa, acompañado de representantes de Aena y el Ministerio de Transportes, presentó un plan “sólido y definitivo” para ampliar el aeropuerto. El proyecto, que contempla una inversión de 3.200 millones de euros, incluye alargar 500 metros la tercera pista –la más cercana al mar–, construir una terminal satélite conectada por un tren subterráneo y mejorar las terminales 1 y 2. Según Illa, la ampliación convertirá El Prat en un hub intercontinental, impulsando la economía catalana y su conectividad global. Sin embargo, el anuncio, que el presidente defendió como “técnicamente riguroso y ambientalmente sostenible”, desató una oleada de críticas por su impacto en los espacios protegidos de La Ricarda y Remolar, ambos parte de la red Natura 2000.
El Delta del Llobregat, un ecosistema de humedales de alto valor ecológico, ha sido históricamente un punto de conflicto en los planes de expansión del aeropuerto. La Ricarda, en particular, es una laguna natural que alberga especies protegidas y hábitats únicos, considerados “irreproducibles” por los ecologistas. La propuesta de Illa, que incluye medidas compensatorias como la renaturalización de 250 hectáreas y la creación de un “anillo verde”, no ha convencido a las plataformas ambientales ni a los vecinos, que ven estas promesas como una “distracción” o, en palabras de Zeroport, “un ejercicio de cinismo”.
La marcha: un mosaico de resistencias
A las 12 del mediodía, la Plaza de la Vila del Prat se convirtió en el epicentro de la resistencia. Familias, activistas, agricultores, ecologistas y representantes políticos se congregaron con pancartas que rezaban “Ni un pam de terra”, “No a la destrucció del Delta” y “Illa, negacionista climàtic”. La marcha, que recorrió las principales calles del municipio, estuvo marcada por un ambiente combativo pero pacífico, con tambores, silbatos y consignas que resonaban en el aire: “El Delta no es toca” y “Prou turisme massiu”.
Entre los asistentes destacaba la presencia de la alcaldesa de El Prat, Alba Bou, de Catalunya en Comú, quien se mostró contundente al reclamar a Illa que escuche a la “mayoría” y no a “una minoría de hombres con corbata”. Bou, que ya había criticado la falta de consenso con el territorio, subrayó las “grandes heridas” que el Baix Llobregat ya sufre por proyectos anteriores y denunció el impacto del turismo masivo en la vivienda y los ecosistemas locales. “Necesitamos trenes para ir a trabajar, no más aviones para turistas”, afirmó ante los aplausos de los manifestantes.
La coordinadora de Catalunya en Comú, Candela López, y la diputada de la CUP, Laure Vega, también se sumaron a la protesta, reforzando el mensaje de que la ampliación no responde a las necesidades de la comarca ni del área metropolitana. Vega fue especialmente crítica con el modelo turístico actual, al que acusó de no generar “prosperidad compartida” y de destruir un 10% de las tierras agrícolas del Parc Agrari del Baix Llobregat. Representantes de Esquerra Republicana (ERC), otro socio de investidura de Illa, también participaron, evidenciando las tensiones en el seno del Govern.
Voces desde el terreno
Marcel Juan, portavoz de Ni Un Pam de Terra, fue uno de los oradores principales. En su intervención, denunció que el proyecto “no responde a las necesidades del país” y genera “graves afectaciones sociales y ambientales”. Juan señaló que la ampliación agravará la contaminación, el ruido y las emisiones de CO₂, en un momento en que Cataluña enfrenta una emergencia climática declarada. “No podemos seguir destruyendo nuestro territorio para alimentar un modelo económico insostenible”, afirmó, recibiendo el respaldo de la multitud.
José García, vicepresidente de la plataforma contra la degradación del Delta, explicó a los medios el impacto técnico del proyecto: “La última ampliación ya alteró la hidrología de La Ricarda. Ahora, alargar la pista 500 metros directamente sobre la laguna hará que deje de existir como tal. No es solo un problema de biodiversidad; es un golpe mortal al Delta”. García desestimó las compensaciones propuestas, como la creación de nuevas zonas húmedas, argumentando que “no se puede recrear un ecosistema único llenando un agujero con agua”.
Entre los manifestantes también estaban agricultores del Parc Agrari, preocupados por la pérdida de tierras fértiles. María, una payesa de 45 años, explicó: “El Delta es nuestro sustento. Cada metro que se pavimenta es un trozo de nuestra historia y nuestro futuro que desaparece. ¿Quién compensará eso?”. Su testimonio reflejaba el sentir de una comunidad que ve en la ampliación una amenaza existencial.
Un proyecto en la cuerda floja
A pesar de la determinación de Illa, el proyecto enfrenta múltiples obstáculos. La ampliación requiere la aprobación de la Comisión Europea, dado que afecta a zonas protegidas de la red Natura 2000. En 2021, Bruselas ya advirtió a España sobre la degradación del Delta del Llobregat, y los ecologistas confían en que la UE pueda frenar la iniciativa. Zeroport, que también convocó una concentración para el 28 de junio en la plaza Sant Jaume de Barcelona, anunció que trabajará con movimientos europeos como Stay Grounded para internacionalizar la oposición al proyecto.
En el ámbito político, la ampliación ha generado una fractura entre los socios de investidura de Illa. Tanto ERC como los Comunes han rechazado el plan, aunque sin lanzar ultimátums claros. Elisenda Alamany, de ERC, advirtió que la legislatura “se complicará” si Illa no reconsidera su postura, mientras que los Comunes apuestan por denunciar el proyecto en Europa. Por otro lado, partidos como Junts, el PP y el alcalde de Barcelona, Jaume Collboni, apoyan la ampliación, lo que podría permitir al PSC buscar alianzas alternativas en el Parlament.
El trasfondo económico y social
El debate trasciende lo ambiental. Los detractores argumentan que la ampliación consolidará un modelo turístico masivo que precariza empleos, encarece la vivienda y agota recursos como el agua. Enric Aragonès, del Sindicat de Llogateres, destacó en la protesta que “el turismo masivo expulsa a los vecinos de Barcelona y el área metropolitana”. En contraste, la patronal Foment del Treball y la Cámara de Comercio de Barcelona celebran el proyecto, considerándolo “trascendental” para atraer inversiones y talento.
Illa, consciente de las críticas, ha insistido en que el proyecto es “equilibrado” y que las emisiones se alinearán con los objetivos del Green Deal. Sin embargo, los ecologistas cuestionan estas afirmaciones, señalando que los combustibles sostenibles son insuficientes para compensar el aumento de vuelos. Olga Alcaraz, profesora de la UPC, recordó en la rueda de prensa de Zeroport que “el cambio climático es una amenaza presente” y que proyectos como este “nos acercan al colapso”.
Un primer paso en la lucha
La manifestación de este sábado no fue un punto final, sino el inicio de una campaña de resistencia. Ni Un Pam de Terra y Zeroport ya planean nuevas acciones, incluyendo la protesta del 28 de junio y el congreso de Stay Grounded en julio, que pondrá el caso de El Prat en el foco internacional. Los manifestantes se despidieron con una promesa: “No pararemos hasta que el Delta esté a salvo”.
Mientras el sol se ponía sobre el Prat, las pancartas seguían ondeando, y las voces, aunque cansadas, no perdían fuerza. En un contexto de emergencia climática y tensiones políticas, la batalla por el futuro del Delta del Llobregat apenas comienza. El desafío para Illa será conciliar su visión de una Cataluña “competitiva” con las demandas de un territorio que no está dispuesto a sacrificar su identidad ni su naturaleza.
Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.