La madrugada del 31 de mayo de 2025, la tranquila localidad de Cervera, en la comarca de la Segarra, Lleida, se vio sacudida por un acto de violencia que ha dejado una herida profunda en su comunidad. Joan Tamarit, un joven de 24 años, fue víctima de una brutal agresión homófoba a las puertas de una discoteca local. Lo que comenzó como una noche de ocio entre amigos se convirtió en una pesadilla que lo llevó a permanecer una semana hospitalizado con lesiones renales graves y contusiones por todo el cuerpo. Este incidente no solo ha conmocionado a los habitantes de Cervera, sino que ha reavivado el debate sobre la persistencia de la homofobia en las zonas rurales de Cataluña y la necesidad de medidas urgentes para combatirla.

Una noche que prometía diversión

Joan Tamarit, nacido en Cervera pero residente en Barcelona desde hace años, había regresado a su pueblo natal para disfrutar de un fin de semana con amigos. Aquella noche, acompañado por un pequeño grupo, se encontraba en el exterior de una discoteca en el centro de la localidad. Según su testimonio, ofrecido en una entrevista en El món a RAC1 el 11 de junio, no tenía intención de entrar al local, sino que simplemente charlaba con sus amigos en la calle. Sin embargo, su presencia pareció incomodar a un grupo de jóvenes que, sin motivo aparente, comenzaron a increparlo con insultos homófobos. Frases como “Maricón de mierda, te voy a matar” resonaron en el aire, cargadas de odio y violencia.

Joan, que en ese momento no llevaba consigo su teléfono móvil debido a que se le había roto días antes, intentó ignorar las provocaciones. Pero la situación escaló rápidamente. Uno de los agresores se quitó la camiseta y se plantó frente a él, retándolo con un “Pégame, pégame”. La tensión era palpable, y Joan, consciente del peligro, decidió alejarse junto a una amiga hacia un coche para buscar refugio. Sin embargo, el grupo, compuesto por más de 15 personas según su relato, no cejó en su persecución.

En un intento desesperado por encontrar ayuda, Joan y su amiga se dirigieron a un bar cercano. Allí, pidieron al camarero que llamara a la policía, pero antes de que pudieran recibir asistencia, los agresores los alcanzaron. “Me fui corriendo, me persiguieron hasta que me atraparon y me empezaron a dar golpes en la cabeza y el cuerpo”, explicó Joan en la entrevista. La agresión fue rápida pero devastadora. Los golpes, dirigidos especialmente a la zona renal, le causaron lesiones graves, especialmente críticas dado que Joan solo tiene un riñón, lo que hizo que su estado fuera aún más delicado.

Un impacto físico y emocional

Tras el ataque, Joan fue trasladado de urgencia al hospital, donde permaneció ingresado durante una semana. Las lesiones renales, junto con las contusiones en varias partes del cuerpo, evidenciaron la brutalidad del asalto. “Si me hubiera quedado en el suelo, me habrían linchado todos y quizás no podría contarlo”, confesó con un estremecedor tono de impotencia. A pesar de la gravedad de las heridas, Joan ha afirmado estar recuperándose físicamente, aunque el impacto emocional es mucho más difícil de sanar. “Siento rabia e impotencia”, expresó, lamentando que en su propio pueblo, donde creció, no pueda ser libre de expresar su identidad sin temor a represalias.

El joven también señaló un detalle que agrava aún más la situación: los agresores no eran desconocidos para la comunidad. Según su relato, se trata de personas que “acostumbran a causar problemas” y que son conocidas por la policía local. Además, Joan reveló que esa misma noche, otro chico homosexual habría sido atacado dentro de la discoteca, lo que sugiere un patrón de violencia homófoba en la localidad.

La respuesta de la comunidad y las autoridades

El caso de Joan Tamarit no ha pasado desapercibido. El sábado 7 de junio, más de 150 personas se concentraron en la plaza Mayor de Cervera para condenar la agresión y mostrar su solidaridad con la víctima. La manifestación, convocada por la Paeria de Cervera y la Agrupació Coral de Cervera –de la que Joan formó parte en el pasado–, incluyó la lectura de un manifiesto que expresó un “absoluto rechazo” al ataque y un compromiso para “seguir luchando contra los prejuicios y brotes de fascismo que cultivan mensajes de odio”. El alcalde, Jan Pomés, calificó el incidente de “intolerable” y prometió trabajar para que Cervera sea un espacio seguro y libre de agresiones.

En el ámbito policial, los Mossos d’Esquadra actuaron con rapidez. El 12 de junio, detuvieron a dos hombres, de 25 y 52 años, acusados de los delitos de lesiones, amenazas y odio. Ambos tienen antecedentes por otros hechos y pasaron a disposición judicial el viernes 13 de junio. Según fuentes policiales, el principal agresor ya había sido denunciado previamente, lo que refuerza la percepción de que se trata de individuos reincidentes.

Joan, por su parte, ha presentado una denuncia formal ante los Mossos y ha hecho un llamamiento a los testigos del ataque para que declaren ante la justicia. “Muchas personas fueron testigos y están acojonadas. Aún están a tiempo de hacer lo correcto y explicar lo que pasó para que la justicia pueda hacer su trabajo”, afirmó. Su objetivo es claro: que el caso no quede impune y que sirva como un precedente para evitar que hechos similares se repitan.

Un reflejo de un problema mayor

El ataque a Joan Tamarit no es un caso aislado. Según un informe del Observatori contra la LGTBIfobia, presentado el 13 de enero de 2025, las agresiones por LGTBIfobia en Cataluña alcanzaron un máximo histórico en 2024, con 318 incidencias registradas. De estas, el 26,1% fueron agresiones físicas, lo que evidencia un preocupante aumento de la violencia directa contra el colectivo LGTBI. En la provincia de Lleida, aunque los casos representan solo el 1,6% del total, incidentes como el de Cervera demuestran que la homofobia no es un problema exclusivo de las grandes ciudades.

Eugeni Rodríguez, presidente del Observatori, lamentó que “el discurso de odio cale tanto entre determinados sectores de la población joven”, señalando un fracaso colectivo como sociedad. En el caso de Cervera, Joan destacó la pasividad de los testigos como un factor agravante. “Nadie hizo nada. No quisieron meterse en problemas o no se atrevieron”, denunció, subrayando la necesidad de una mayor implicación ciudadana para combatir la intolerancia.

El joven también reflexionó sobre la realidad de ser homosexual en un pueblo como Cervera. “Solo puedes ser homosexual si no llamas mucho la atención”, afirmó, evidenciando las limitaciones que aún enfrentan las personas LGTBI en entornos rurales. Esta percepción choca con la idea de progreso social que muchos asocian con Cataluña, una región que históricamente ha sido pionera en la defensa de los derechos LGTBI.

Un grito de resistencia

A pesar del trauma, Joan Tamarit ha decidido no callar. Su testimonio público, primero en RAC1 y luego en medios como Segre y La Vanguardia, ha sido un acto de valentía que ha inspirado a muchos. “Espero que la justicia demuestre que mi vida vale alguna cosa”, expresó, dejando claro que su lucha no es solo personal, sino colectiva. Su familia, que lo ha apoyado desde el primer momento, se ha mostrado horrorizada por lo sucedido, pero también decidida a respaldarlo en su búsqueda de justicia.

En las redes sociales, el caso ha generado una oleada de indignación y solidaridad. Usuarios como @carlescarvajal, en un post en X el 11 de junio, calificaron el testimonio de Joan como “bèstia” y agradecieron a los medios por visibilizar el caso. Otros, como @SEGREcom y @elcasocat, informaron sobre las detenciones y la gravedad del ataque, manteniendo la atención pública sobre el incidente. Sin embargo, también han surgido voces que intentan politizar el caso, como un post de @Rittenreloaded que insinúa motivaciones ocultas en la cobertura mediática, lo que refleja la polarización que a menudo acompaña a estos debates.

Hacia un futuro sin odio

El ataque a Joan Tamarit ha puesto a Cervera en el centro de una conversación incómoda pero necesaria. ¿Cómo puede una comunidad garantizar la seguridad y la libertad de todos sus miembros? ¿Qué medidas son necesarias para erradicar la homofobia en los entornos rurales? Las respuestas no son sencillas, pero el compromiso del alcalde, la movilización ciudadana y la valentía de Joan son un punto de partida.

El Observatori contra la LGTBIfobia aboga por reforzar las políticas de prevención y sensibilización, una tarea que debe involucrar tanto a las instituciones como a la sociedad civil. En Cervera, la concentración del 7 de junio y las promesas de las autoridades locales son un primer paso, pero la verdadera prueba será la capacidad de transformar estas palabras en acciones concretas.

Mientras tanto, Joan sigue recuperándose, tanto física como emocionalmente. Su historia, aunque dolorosa, es también un testimonio de resistencia. “Pensaba que tenía todo el derecho de expresarme libremente y de ser yo”, afirmó, recordándonos que la lucha por la igualdad y la dignidad es un derecho inalienable. En Cervera, y en toda Cataluña, su voz resuena como un llamamiento a no bajar la guardia frente al odio.

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Este artículo ha sido redactado y/o validado por el equipo de redacción de Revista Rambla.

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